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1401. Miércoles, 13 mayo, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo primero: "Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar". (Alfred Hitchcock, 1899 - 1980; director de cine británico)

Desde los albores de mi humilde actividad laboral llevo viendo la misma fila de botellines de batidos encima de la cafetera del bar. Hace años estaban artísticamente colocados, se notaba el primor con que algún camarero, posiblemente ya jubilado, los colocó un día que se sintió inspirado. Pero el tiempo, y el sol que cada mañana se empeña en visitarlos, han conseguido su total uniformidad: han pasado de una agradable alternancia rosa-amarillo-rosa a un general blancoóxidocasipálido.

Ayer descubrí que faltaba uno. Y la incredulidad del principio ante semejante descubrimiento ha dado paso a un terremoto de preguntas en mi cabeza. Es verdad que por un momento pensé en lo mal que lo estaría pasando el pobre desgraciado que se lo hubiera bebido –digan lo que digan un lavado de estómago no es una cosa agradable- pero pasado el primer momento de sorpresa ante aquel cambio brusco en mi monotonía diaria, ha empezado a preocuparme más cómo van a solucionar el atentado estético que supone semejante desastre. Mal si lo dejan así, no es fácil borrar de la noche a la mañana la imagen de los siete botellines -siete- que te ha acompañado durante años a la misma hora de cada día. Peor si se osan poner uno nuevo que no haría sino romper la uniformidad cromática que tantos años ha costado conseguir.

Es en días como éste, con tan sesudas preocupaciones en la cabeza, cuando uno se declara fiel seguidor (aún más) de la divisa de los estoicos: “Nunca pasa nada y cuando pasa no importa”.