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1419. Martes, 9 junio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo decimonoveno: "Amor: un juego en el cual hay dos que pierden, el hombre y la mujer; y uno sólo que gana: la especie" (Abate Prévost, 1697-1763; escritor francés)

En la primera cafetería que se inauguró en Londres, a finales del siglo XVII, había un cartel que decía: “!Esta bebida vivifica el espíritu y alegra el corazón. Es muy buena para algunas enfermedades de los ojos, suprime vapores y jaquecas, preserva de la tisis y de la tos pulmonar. Es excelente para curar la hidropesía, la gota, el escorbuto, el tedio, la hipocondría, impide el aborto, no es laxante ni astringente...

El local nunca estuvo vacío.

Los tiempos han cambiado y los métodos de meterse cafeína en vena también. El nuevo “invento”, anunciado como una ayudita para quienes no logran espabilarse por las mañanas, se llama Shower Shock Caffeinated Soap y no es otra cosa que un jabón con cafeína. Su prospecto dice que cada pastilla contiene el equivalente de 12 tazas de café con 200 miligramos de cafeína por taza. Así, cuando uno se ducha con él recibe -a través de la piel- una dosis de cafeína equivalente a un café que, si bien no se acercaría al primero que me meto entre pecho y espalda cada mañana (en el que por su densidad puede mantenerse la cuchara en pie sin problema) sí podría considerarse bastante cargado.

No es que vaya a renegar de las imprescindibles tazas diarias, pero pienso probarlo en cuanto pueda, que cualquier ayuda para ponerse en marcha es poca. Y algunos días, más.