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1425. Jueves, 18 junio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo vigésimo quinto: “Busque, compare, y si encuentra algo mejor… cómprelo” (Manuel Luque, 1947; empresario español).

Hablaba la semana pasada de sumarle una horitas más a cada jornada que nos aliviara de la angustiosa falta de tiempo. Lo pienso mejor y a lo mejor (seguro) resulta que la cosa es más una cuestión de calidad que de cantidad. ¿De qué servirían más horas al día si al final, y a fuerza de querer rentabilizar el tiempo extra, íbamos a estar más esclavizados con él?

Es verdad que estamos perdiendo la carrera del tiempo, pero no por falta de velocidad sino por error en la dirección. Vamos en sentido contrario a lo que deberíamos. La propia demanda de bienestar se ha vuelto tan compleja y sofisticada que satisfacerla nos obliga a perseguir las manillas del reloj de forma compulsiva. Es como si para contemplar el atardecer, en lugar de sentarnos simplemente en la hierba, mirar y disfrutar del momento, necesitáramos disponer de un asiento anatómico, sentir una capa de tupido césped bajo nuestros pies y contar con un reloj de alta precisión para calcular bien una hora que no podríamos dejar de mirar.

¿Seríamos capaces de caminar al paso de un niño y pararnos a contemplar con él una fila de hormigas sin pensar que estamos perdiendo el tiempo? No se trata de tener más, al fin y al cabo hay el que hay, se trata de usarlo mejor. Si queremos ganar la carrera al tiempo tendremos que empezar a aprender a perderlo.