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1427. Lunes, 22 junio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo vigésimo séptimo: “Para abrir nuevos caminos, hay que inventar; experimentar; crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse… y divertirse” (Mary Lou Cook, 1918; educadora estadounidense)

Basta que tengas hambre para que no te ofrezcan. Pasas tres veces lanzando miradas indirectas y nada. Cambias de táctica. Vuelves a pasar y decides pararte descaradamente delante de la bandeja. Entonces ya no les queda más remedio, ponen su mejor y más forzada sonrisa y te sueltan, muy metidas en el personaje ellas (como si se hubieran pasado media vida haciendo un curso avanzado de método Stanislanski), : “Señor, desea probar nuestro paté a las finas hierbas con aroma de estragón que esta semana tenemos en oferta para nuestros distinguidos clientes?”.

Y vas tú, alargas la mano suavemente, coges un trocito de pan (que visto el tamaño no sabes si es pan o una lengua de canario), con su motita de paté encima y te lo llevas a la boca... mientras buscas con la mirada a la de los zumos, (porque siempre hay una que da zumo en microminivasos) por si se hiciera necesario para poder pasar aquello.

Vale, lo sé, se trata de una degustación y no digo yo que tengan que poner cantidades (que entonces, tal y como está la cosa, más de una familia iba a celebrar el cumpleaños de la mariajesús –piñata incluida- en un pasillo del carrefour, que nos conocemos) pero hombre.. una cosa decente si que podrían ¿no? El caso es que de primeras piensas: ¡serán tacañas y roñosas las tías!, !pero si la comida no es suya, si no la han pagado ellas! Pero claro, luego, mientras buscas el suavizante con olor al jabón de Marsella y suaves toques aromáticos de pino salvaje, reflexionas. Y es ahí cuando empiezas a entender que pasarse diez horas vestida de Heidi (por cierto ¿cómo podía estar esta chica, la Heidi digo, tan gorda si se pasaba el día corriendo?) ofreciendo paté no hay dinero que lo amortice, y que por eso, pobrecitas mías, quieren tener un valor añadido llevándose las muestras que le sobran en un tuper a su casa. Y cuantas más te racaneen a ti más les van a sobrar a ellas. Oye, que a lo mejor hasta tienen para toda la semana.