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1417. Viernes, 5 junio, 2009

 
Capítulo Milésimo cuadringentésimo decimoséptimo: "El placer no es sino la felicidad de una parte del cuerpo".(Joseph Joubert (Montignac, 1754 - 1824; ensayista francés)

Aunque todavía con bastantes reservas, las cosas del coiteo y sus accesorios han dejado de ser (por suerte) ese hilo musical que todos oíamos pero pocos escuchaban, para convertirse en esas canciones de moda que la mayoría no sólo nos sabemos sino que estamos dispuestos a cantarlas en cualquier karaoke. Una lista de éxitos que, por cierto, van ganando las mujeres. Sólo hace falta ver la cantidad de artilugios que en estos últimos años tienen ellas a su disposición para disfrutar de ese abecedario de puntos en que los estudiosos del tema han convertido el cuerpo femenino.

Pero poco a poco los hombres también van dando sus pasitos. Y eso que, ya ves tú que caprichosa es la naturaleza, el único punto confirmado de placer en los varones (fuera de los circuitos habituales) parece que reside (al menos hasta nueva orden) en la próstata, una zona del cuerpo en la que la mayoría sólo ha recibido estímulo gracias a algún examen médico, y a la que, casualmente, sólo se llega atravesando algo tan mal visto de atravesar por la gran mayoría de machos (ibéricos y foráneos) como es el ano.

Dentro de la escasa juguetería masculina que hay, acaba de salir el Aneros, un masajeador prostático diseñado mediante complicados estudios médicos (antes se decía con tecnologíadelanasa pero ahora la frase está de capa caída) y que su folleto define como “una simple pieza delgada de plástico duro, con forma de "y griega" (para masajear también el perineo y el esfínter) que funciona con autopropulsión introduciendo el extremo más largo en el cuerpo. Con los movimientos pélvicos propios del coito se consigue estimular la próstata, siendo el propio cuerpo quien regule la potencia y así proporcionar potentes y prolongados orgasmos no eyaculatorios que no son posibles de conseguir mediante las técnicas sensuales habituales.”

Prometedor. Muy prometedor. Y no sólo porque esté diseñado para usarlo en compañía, sino porque también lo está para conseguir “placer”... que lo del “consuelo” queda mucho mejor si lo dejamos para los entierros.