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1549. Martes, 2 febrero, 2010

 
Capítulo Milésimo quingentésimo cuadragésimo noveno: "La prueba de toda verdad reside, sencillamente, en su eficacia" (William James, 1842-1910; filósofo estadounidense)

Sé que es extraño (aunque hace un tiempo llegó a haber un debate público sobre los calcetines con rombos y a nadie le pareció mal), pero es que últimamente me quedo absorto en la sección de pescadería (de los carefoures, mercadonas y similares), que es un largísimo mostrador "a lavadero", con el pescado fresco, mecido en cuna de amorosas estrellitas heladas.

Alucino con la forma de utilizar el cuchillo de las pescaderas. Blanden el instrumento con una maestría, oficio y destreza que me recuerdan a Bruce Lee manejando los lun-cha-kus. Tienen esa especie de hacha pescadera que le birlan a una sardina la cabeza en un plis plas. Pregunta la eficiente pescadera a cualquier clienta: "¿quiere que le haga filetes"?, yo le imploro por lo bajini: "dile que sí". Sólo por verla manejar el endiablado cuchillo; ¡zas, zas, zas"! y lo que era un hermoso pescaíto con sus aletitas, sus ojitos saltones…¡son seis filetes! Un espectáculo. Dorada, trucha, atún, jurel, lubina, congrio, merluza…en manos de estas pescaderas son asunto de alta magia y acuática limpieza porque con la manguera esa que pende del cielo se espabilan de lo lindo.

Digo yo que estas excelentes profesionales no serán de las que tienen un marido maltratador. A muchas mujeres no les vendría mal tomar lecciones prácticas en las pescaderías. Pa por si acaso.