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1560. Miércoles, 17 febrero, 2010

 
Capítulo Milésimo quingentésimo sexagésimo: “No hay tontería mayor ni más común que la de amargarse por las tonterías”.(Michel de Montaigne, 1533 - 1592; filósofo francés)

A pesar de correr el riesgo de acabar con el culo más arrugado que la cara de Mercedes Milá, (a la que le haría falta cambiar el agua, el vino o lo que beba, por unos buenos lingotazos de nivea líquida), prefiero el baño a la ducha. El problema es el tiempo, que siempre anda uno deprisa, aunque sólo sea para poder tumbarse lo más pronto posible, y claro, una ducha siempre es más socorrida que andar preparando toda la parafernalia que se necesitan para un baño como dios manda.

Supongo que todo es cuestión de proponérselo, es decir, quitar tiempo de un lado para ponerlo en otro, que digo yo que si unos señores tan activos como los japoneses -que se pasan la vida trabajando-, tienen tiempo para, por costumbre, tomar un baño al día, los demás no podemos tener excusa.

Y es qué como el clima japonés es tan húmedo y cálido, casi toda la gente se toma un baño diario; pero no contentos con eso, antes de meterse en la bañera se lavan bien todo el cuerpo. Claro que tienen sus motivos, allí es costumbre no cambiar el agua para cada persona, así que hay que procurar no ensuciarla en atención a los que se bañen después.

Y digo yo que, por mucho que se laven antes, no deja de ser un poco guarro el asunto. Vale pueden entrar limpios pero, ¿quien les asegura que a alguno no le da, por ejemplo, por desahogarse fisiológicamente si tiene un apretón en plena relajación higiénica -que en alguna piscina bien que todos lo hemos hecho alguna (s) vez-.

Claro que ellos juegan con ventaja, que, como son así algo amarillos, no se iba a notar mucho, digo yo…

¿O a ver si son un poco amarillos por eso..?