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1595. Viernes, 16 abril, 2010

 
Capítulo Milésimo quingentésimo nonagésimo quinto: “El mérito para lo esnobs es hacer siempre descubrimientos. Así han llegado al dadaísmo, al cubismo y a otras estupideces semejantes” (Pío Baroja, 1872-1956; escritor español)

Regalar oro –demasiado hortera- está pasado de moda. La plata, en cambio, es tendencia (¡qué tenía yo ganas de decir en una frase eso de “tendencia”!) El problema es, y más en estas épocas de crisis, su precio. Por eso hoy, en el muy inconmensurable (y siempre profundo) peluche práctico: “hagamos feliz a nuestra pareja –o a quien nos de la gana- regalándole un huevo de plata sin tenernos que gastar un solo euro”.

Ingredientes: una vela –de los chinos vale-, una jarra de agua –nada de mineral, la del grifo sirve perfectamente-, y un huevo, que se puede (debe) pedir al vecino para que la cosa nos salga lo más apañada posible.

Una vez encendida la vela -que también se puede (debe) pedir al mismo vecino aprovechando que vas a lo del huevo, lo sostenemos (el huevo digo) con los dedos pulgar e índice y lo acercamos despacio a la llama. Movemos (el huevo, que la cosa va de huevos) lentamente asegurándonos de que se va ennegreciendo (el huevo) de una manera uniforme. Una vez completamente negro (el huevo) lo dejaremos enfriar unos 15 minutos y, pasado ese tiempo, lo meteremos (el huevo) en la jarra de agua. En poco tiempo tomará una tonalidad brillante de apariencia metálica que se asemeja bastante a la plata.

La explicación (aunque tampoco tiene que llevar manual de fabricación incluido que para eso es un regalo) es fácil. La llama hace que el huevo se cubra de una finísima capa de hollín mezclada con algo de parafina de la vela. Luego, al sumergirlo en el agua, se crea una delgada película de aire a su alrededor que impide que el agua toque el huevo. La reflexión de la luz hace que el huevo se vea plateado.

Teniendo en cuenta que este experimento funciona con cualquier tipo de huevo (y mira que hay tipos de huevos….que si de gallina grandes, que si de gallina extragrandes –muy buenos para freír-, que si medianos, de avestruz, de codorniz…) las posibilidades de quedar como un señor sin gastarnos un duro son ilimitadas.

Este fin de semana manos a los huevos.