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1676. Jueves, 16 septiembre, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo septuagésimo sexto: “Los españoles creemos automáticamente, a pie juntillas, todo lo que pueda desalentarnos Julián Marías, 1914 - 2005; filósofo español)

Seré algo paleto (nacer en barrio periférico de una ciudad de provincias, -y de las retardadas- marca), pero cada vez que llego a una habitación de hotel todavía arramplo con todo lo arrampable (oseasé, lo gratuito... no hay que olvidar que antes te han pedido el dni y saben donde vives). Algo que, visto el almacén de drogueríaperfumería que acabas teniendo perdido en algún cajón, tampoco tiene mucho sentido.

Pase guardar el peine (el optimismo de que aún pudiera cumplir su función a estas alturas de la vida es encomiable), peine al que siempre se le acaban cayendo las púas antes del primer uso; pase guardar –que ya es guardar- el minúsculo set de costura que viene en una cajita -tan mona ella-; pero, ¿guardar el gorrito de ducha?.. ¿por qué siempre hay un gorrito de ducha?, y ¡para qué quiere nadie un gorrito de ducha! Aunque, sin duda, las verdaderas estrellas del improductivo saqueo son los botecitos: champú, gel, acondicionador, y hasta crema hidratante, cuyo diseño suele ir directamente proporcional a las estrellas del hotel, unos botecitos tan solemnes, tan eclécticos, que te da un no sé qué que sé yo usarlos y por eso los guardas deprisa (y así el día siguiente te coloquen más) y te pones a usar alguno de los que hay en el fondo de la maleta y que están a punto de caducar, que son como el mistol pero de makro y que cogí hace mil años de aquel hotel del que sólo recuerdo su toalla, una verdadera máquina a la hora de hacer peelings por donde la pasaras, y que a punto estuvo -al secarme con ella- de borrarme la cara. ¡Pero mira que somos tontos!