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1689. Martes, 5 octubre, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo octogésimo noveno: "Puede usted insultar a mi madre, tomar carrera y patear a mi perro, burlarse de mí si pierdo en el bingo, mojarme la oreja con el dedo, insinuar que mi novio tiene rollitos; pero nunca, pero nunca, me pinche la yema de mi huevo frito. (Francisca R. 72 años, folclórica en rehabilitación)

Grigori Nestor, ucraniano, murió a los 116 años presumiendo de haber tenido una vida tan larga gracias a dos cosas: su ignorancia -se jactaba de no haber leído jamás ni libros ni periódicos-, y a su privación de cualquier conocimiento carnal; estaba convencido de que dicha práctica es letal para el cuerpo humano. Clara Meadmore, 113 años, conocida como la virgen británica precisamente por ser virgen y británica (originalidad ante todo). Chian Chi, 108 años, después de una primera (y única) experiencia, pasó los últimos ochenta años de su vida alejado de cualquier contacto bíblico. Vivió sólo hasta los 108. Ya moribundo achacó su prematura muerte –siempre presumió de que llegaría a los 120- al tropezón que tuvo cuando tenía 28.

Y así una larga retahíla de centenarios que pululan por esos mundos de dios.

La conclusión resulta evidente e incuestionable: es preferible vivir menos.