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1690. Miércoles, 6 octubre, 2010

 
Capítulo Milésimo sexcentésimo nonagésimo: "Lo que importa ante todo es perseguir la experiencia; la razón seguirá siempre, con su venda fosforescente sobre los ojos" (André Breton, 1896 - 1966; poeta francés)

Ni en mis más grises días adolescentes, que alguno hubo, me dio por cultivar pensamientos místicos. Mis preocupaciones de entonces se inclinaban más por intentar cubrir necesidades terrenales, mucho más prioritarias que divagar sobre espíritus en forma de palomas, energías del más allá o misticismos kármicos varios, reencarnaciones incluidas. Uno es asín de poco sentido.

Y eso que en aquella época, además de que la vida te saliera al encuentro leyendo a Martín Vigil, (sí, soy muy mayor), se puso de moda hablar del tercer ojo, órgano sutil y místico situado entre las dos cejas y que, decían, correspondía a uno de los chakras tantristas. Aquel hipotético tercer ojo, representado por la piedra que lucía Siva en su frente, era el que nos daría la posibilidad de un tercer punto de vista, de una visión interior que potenciara nuestra intuición sobre las cosas. O algo así. El máximo impulsor por estos lares occidentales de tan curioso ojo era T. Lobsang Rampa, un charlatán inglés que cambió su profesión de fontanero por la mucho más rentable (sobre todo para él) de escritor de libros místicos en los que aseguraba ser un lama tibetano.

Por cierto, y hablando de fraudes con el tercer ojo, resulta que hace aproximadamente medio siglo se comercializó en los EE.UU. el "Vitalizer", un aparato supuestamente revitalizador –como su propio nombre indica- que tuvo un increíble éxito nada más salir al mercado. Consistía en una pequeña linterna eléctrica unida a una varilla de metal por un cable. Esta varilla se introducía por el ano (agujero del culo para los de F.P. y E.S.O.) del usuario, encendiéndose a la vez, la linterna. De este modo, una corriente eléctrica recorría todo el cuerpo, llevando (según el folleto que acompañaba al instrumento) la juventud y una fuerza revitalizada a quien lo usara.

Sin duda, otra manera de alcanzar el deleite de la espiritualidad a través de otro tercer ojo, aunque en este caso mucho más visible y, por lo tanto, mucho más fácil de encontrar que el del avispado Lobsang.