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1712. Jueves, 11 noviembre, 2010

 
Capítulo Milésimo septingentésimo duodécimo: “Nadie recordaría al buen samaritano si hubiera tenido tan sólo buenas intenciones. También tenía dinero” Margaret Thatcher, 1925; política británica)

Estar delante del ordenador navegando por la red en busca de todo tipo de cosas güarras en horario de trabajo es peligroso. Tu capataz (perdón, jefe) te puede montar un pollo en cuanto te descuides, si se enteran los de más arriba te amenazarán con arder en el fuego eterno del expediente (envida, eso es lo que tienen, envidia) y los compañeros que saben lo que haces se dejan caer cada dos por tres por tu mesa, presos de un inexplicable sentimiento de simpatía. A molestar.

No entienden que esto también es cultura. Que el saber no ocupa lugar. Por ejemplo, llego a una web española que está buscando el miembro viril más grande. Hasta el momento, en primera posición está un ejemplar extremeño de 19,62 centímetros, seguido muy de cerca por un espárrago navarro de 18,9. Sé que suena a patio de colegio, pero hay que reconocer que intentar descubrir quien la tiene más grande es tan viejo como la humanidad. Pura cultura.

Lo último que me tiene fascinado es el Mile High Club, una simpática agrupación cuyos socios tienen en común coitear a bordo de aviones comerciales. Se reconocen entre ellos porque llevan gorras, chapitas y algún que otro distintivo desde antes de subir al avión.

!De qué iba yo a saber algo tan lustroso si sólo me dedicara a labores profesionales puras y duras en mi tiempo de trabajo! A ver ver, !de qué!

Por cierto, ya sé que me voy a poner en el próximo viaje.