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1572. Viernes, 5 marzo, 2010

 
Capítulo Milésimo quingentésimo septuagésimo segundo: “Cuando los bebés lloran, les hacen caso. Es increíble cómo en sólo unas pocas horas han aprendido la utilidad de la extorsión”. (Bret Ellis, 1964, escritor estadounidense)

Lo dicen en una de esas revistas llenas de anuncios de cremas anticelúliticas y dietas de 228,5 calorías, la moda que está causando furor en los EE.UU. tiene un nombre: whoring. O lo que es lo mismo, estimular las relaciones sexuales dentro del matrimonio mediante el pago, por parte de uno de sus miembros, de una cantidad de dinero a la otra parte cada vez que uno de los dos quiera hacer uso de los derechos matrimoniales.

Las reglas son simples, uno puede pedirle al otro que le haga cualquier tipo de servicio y el otro se puede negar si la práctica pedida no le interesa; o decidir subir la tarifa de manera escandalosa por consentir el capricho.

Lado bueno: gracias al whoring muchos estadounidenses lo hacen cuando quieren y, sobre todo, como lo quieren; mientras sus parejas salen de compras casi todos los días.

Lado malo: puestos a pagar, seguro que uno acaba echando de menos cierta variedad en la materia prima que alquila. Por mucho que a uno le gusten las croquetas (y por mucha variedad de ellas con las que te puedan sorprender cada día) de vez en cuando apetece un trozo de jamón... más tierno. Por ejemplo.

Ya que se paga el menú... Hasta el lunes pues.