Capítulo Milésimo septingentésimo cuadragésimo noveno: "Quien se siente en el fondo de un pozo para contemplar el cielo lo encontrará pequeño". (Han Yu, 768 - 824; escritor chino) Avisando con varias semanas y
pico de antelación para que el tiempo no se nos eche encima. Se acerca
San Valentín, época de regalos de
juguetería. De hecho este año los juguetes son
tendencia. Existen en el mercado auténticas maravillas tecnológicas que pueden ayudarnos a ser (un poco más) felices. Se me ocurre el
Lelo (se llama así y yo no le he puesto el nombre), un vibrador pequeñito como una pastilla de jabón de éstas que se suelen robar en lo hoteles-, pero con más capacidad de rabia -y sobre todo de vibración- que el tímpano de un
yogurín con
ipod.
O el
Laya ( y, también se llama así.. y no, tampoco me he inventado yo el nombre) , una especie de pistolita desintegradora de esas que salen en las series de marcianos verdes pero indicada especialmente para los
trabajos manuales.
Nótese, bastaría con echar un ojo a las fotos, que son juguetes cuya forma no es la de un
sudanés de la capital (
no importa el tamaño de la varita, sino la habilidad del mago) y sí de vibradores sencillitos indicados para todos los que pudieran o pudiesen iniciarse en este tipo de juegos destinados a enriquecerse en pareja... Porque los
consoladores son otra cosa. Importantes sí, pero otra cosa. Que lo de pensar en dar consuelo a alguien puede hacerse mucho mejor en el tanatorio más cercano.
Con los vivos, mejor divertirse.