Capítulo Milésimo septingentésimo quincuagésimo noveno: “Dime lo que deseas cuando te hago un oral. Pero sólo en una o dos palabras, como "más" o "ahí mismo". Una oración completa arruina el momento" (José J. Martín, 1970, funcionario)Sin rodeos. Las
personashumanas hombres (los tíos) somos una cosa muy triste. Como organismo pluricelular digo. Y no es que me haya pasado al lado oscuro de la antimisoginia militante. No. Pero es la pura verdad (
lo que é, é). Sobre todo si hablamos de la capacidad, más que teórica, que tienen nuestras congéneres (las tías) a la hora de poder disfrutar del
coiteo. Y no hace falta acudir a la
maldición bíblica (
pu-ta-da) de tener el
periodo refractario obligatorio entre uno y otro, (desgracia que ellas, al menos fisiológicamente, no sufren), sino también en cuestiones de
calidades.
Que se sepa, hasta el momento, en las partes pudendas femeninas han encontrado cuatro puntos, cuatro (
A,G,K y U) que, bien manipulados, pueden ponerlas
en orbita. Y digo “hasta el momento” porque está claro que cada vez que un investigador se calza el casco de espeleólogo y se interna en tan desconocida zona, encuentra algo nuevo. Tampoco es raro que esté (casi) todo por descubrir, históricamente el tema del
disfrute femenino ha importado más bien más bien poco y lo cierto es que sus avances y descubrimientos se han debido, generalmente, a golpes de suerte y casualidades.
En cuanto a los hombres (tíos), al menos alfabéticamente, apenas contamos con una letra a la que, encima, por su situación, la mayoría de las
personashumanas hombres sólo
disfrutarán a partir de los
cuarentaytantos, una vez al año y en un sitio tan poco inspirador como la consulta del proctólogo.
¡Qué mal repartido está el mundo, coño! Y nunca mejor dicho.