Capítulo Milésimo septingentésimo sexagésimo primero: “El amor comienza y termina en la boca. Al principio un beso, y al final un bostezo” (Emily Dickinson, 1830-1886 poetisa estadounidense.) Por si alguien no se había enterado (tipo empresarios de las
pompas fúnebres o los pobres
trabajadores de la salud mismamente, a los que el trabajo mal pagado les aumenta –aún más- en estas épocas por aquello de las
depresiones y tal), estamos en
cri-sis. Por eso, es hora de poner en marcha ideas que nos ayuden a superar estos aciagos momentos. Hoy, en
peluchepráctico, cuatro ideas fáciles, con sus respectivos ejemplos, cuyo desarrollo puede ayudarnos a salir del
agujero.
Lo primero: dejarse de hipotecas. Hay alternativas que no cuestan un pastón y dan el mismo resultado (incluso mejor porque hasta te puedes ahorrar el
abonotransporte). Como decía mi abuela (que murió sin un duro):
para que se lo lleve el banco me lo gasto yo.
Dos. Poner a los hijos a trabajar en cuanto surja la ocasión. Aunque la ley lo prohíbe, hay muchas ocupaciones en las que basta el consentimiento paterno para explotarlos (perdón quería decir para-que-ayuden-a-la-sociedad. Y la cosa no se reduce sólo al mundo del
artisteo.
Tres. Poner en práctica todo aquello que uno aprende en los
erasmus, cursos de altos
ejecutivos/directivos,
masteres varios, y
emebeas en algo que acabe en
internacional. Cuestan una pasta y, aunque lo pague papá, no está de más recordar aquella clase a la que uno fue la vez en la que el insomnio hizo que te levantaras temprano.
Y cuarto. Quizá lo más importante: seguir al pie de la letra la frase de
Alejandro Dumas (padre) cuando afirmaba: "
Si dais la impresión de necesitar cualquier cosa no os darán nada; para hacer fortuna es preciso aparentar ser rico." Hasta en la casa de uno.
(Nota la margen: si es para
presumir la parte posterior del comedor no conviene enseñarla)