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1761. Martes, 8 febrero, 2011

 
Capítulo Milésimo septingentésimo sexagésimo primero: “El amor comienza y termina en la boca. Al principio un beso, y al final un bostezo” (Emily Dickinson, 1830-1886 poetisa estadounidense.)

Por si alguien no se había enterado (tipo empresarios de las pompas fúnebres o los pobres trabajadores de la salud mismamente, a los que el trabajo mal pagado les aumenta –aún más- en estas épocas por aquello de las depresiones y tal), estamos en cri-sis. Por eso, es hora de poner en marcha ideas que nos ayuden a superar estos aciagos momentos. Hoy, en peluchepráctico, cuatro ideas fáciles, con sus respectivos ejemplos, cuyo desarrollo puede ayudarnos a salir del agujero.

Lo primero: dejarse de hipotecas. Hay alternativas que no cuestan un pastón y dan el mismo resultado (incluso mejor porque hasta te puedes ahorrar el abonotransporte). Como decía mi abuela (que murió sin un duro): para que se lo lleve el banco me lo gasto yo.



Dos. Poner a los hijos a trabajar en cuanto surja la ocasión. Aunque la ley lo prohíbe, hay muchas ocupaciones en las que basta el consentimiento paterno para explotarlos (perdón quería decir para-que-ayuden-a-la-sociedad. Y la cosa no se reduce sólo al mundo del artisteo.



Tres. Poner en práctica todo aquello que uno aprende en los erasmus, cursos de altos ejecutivos/directivos, masteres varios, y emebeas en algo que acabe en internacional. Cuestan una pasta y, aunque lo pague papá, no está de más recordar aquella clase a la que uno fue la vez en la que el insomnio hizo que te levantaras temprano.



Y cuarto. Quizá lo más importante: seguir al pie de la letra la frase de Alejandro Dumas (padre) cuando afirmaba: "Si dais la impresión de necesitar cualquier cosa no os darán nada; para hacer fortuna es preciso aparentar ser rico." Hasta en la casa de uno.




(Nota la margen: si es para presumir la parte posterior del comedor no conviene enseñarla)