-   


  

1807. Miércoles, 13 abril, 2011

 
Capítulo Milésimo octingentésimo séptimo: "No hables mal del puente hasta haber cruzado el río” (proverbio bretón).

Breve (pero muy práctica) guía para poder identificar -basicamente- la procedencia de las distintas señoras y/o señoritas que, con la excusa del turismo, vamos a poder encontrar durante los próximos días de semanasanta en cualquier calle de España.

- Peggy. De los EE.UU. de América, sonrosada y con problemas de flato. A veces es mona, pero lo de siempre, es yanki. No usa cruzadomágico y come lo que le echen. Todo le parece maravilloso y le entusiasma que la engañen en todos los sentidos y direcciones. Anida en residencias y pensiones. Cuando está sola ruge.

- Ulla. Danesa (o escandinava en general), lozana, fogosa y admirablemente liberada. Se lava poco, por eso mismo se rasca continuamente. Baila mal y admira a los bocazas que gritan a cualquier hora. No cree en al inmortalidad del alma pero le encantan los chanquetes. Siempre compra castañuelas para regalar a su vuelta.

- Zasya. Oriental, enjuta y con los ojos de un color innecesario (mismamente como la bilis). Inexplicablemente no tiene sobacos y se ducha con sangría. No habla nunca. Mística, piensa en Zen. Da la impresión de que está de paso. Adora a los ingenieros y resulta que no se droga. Suele tener intentos de suicidio los jueves alternos.

- Ivania (aunque en realidad se llama Marisleisis, pero nunca dirá su verdadero nombre). Sudamericana, con cuerpo demagógico y esa seguridad en sí misma propia de las personas sudamericanas que nunca dicen lo que quieren decir. Pechos como maracas, le vuelve loca el dinero que saca de cualquier hombre talludito que se cruce en su camino (tema en la que es una verdadera especialista). Problemática, es decir, pesadísima. Sólo piensa en casarse (siempre en régimen de gananciales), a pesar de decir que no es partidaria del matrimonio. Le pega al tarro por lo que su hablar es cadencioso, amable y muy, muy cariñoso, aunque sólo hasta que se celebre la boda.

- Babette. Mafiosamente francesa, groseramente suiza o insensiblemente belga. Se tiñe y es tacaña aunque no sabe pronunciar la eñe. Para ella, España es insoportable, pero viene cada año. Trae perro y cutis más bien desagradable aunque tiene una gran ventaja: duerme de espaldas.

La globalización todavía no es perfecta.