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1822. Lunes, 16 mayo, 2011

 
Capítulo Milésimo octingentésimo vigésimo segundo: "Cuanto más se gusta a todos, con menos intensidad se es apreciado”. (Marie-Henri Beyle - Stendhal-, 1783 - 1842: escritor francés)

Después de no haber podído escribir el pasado viernes -Blogger andaba pachucho el pobre- hoy, ya lunes, vuelvo con una rotunda afirmación: es de día.

Hasta aquí, bien. Pero releo mi afirmación que afirma que es de día y me sorprende haberla escrito, porque -me pregunto-, ¿es conveniente escribir una verdad tan evidente? Si nadie que sea ciego puede dudar de lo que digo, ¿qué necesidad hay de escribirlo? Pero escrito está. Y lo releo. Y me asombro de mi propio asombro. ¿Por qué me sorprende haber escrito que es de día? ¿o es que tampoco eso puede decirse sin provocar ira, temor o sonrojo? ¿De qué debo avergonzarme? ¿de haber dicho la verdad? ¿No hubiese sido peor, incluso inmoral, haber escrito "ahora es de día" sin que fuese cierto? Tengo la conciencia tranquila. Por eso puedo repetirlo de nuevo: es de día. Por encima de todo y de todos, pese a quien pese.

Sé que la vida sigue, que los astros giran y corren vertiginosamente `por los cielos, y que si ahora es de día es por pura mecánica celeste. En otros lugares, en el extranjero especialmente, puede ser de noche o de lo que quieran sus habitantes o sus gobiernos ordenen. Pero aquí no caben esas tretas. Aquí es de noche porque lo es. Así de sencillo. Así de verdadero.

No ignoro que mañana saldrá de nuevo el sol, que volverán las luces acostumbradas y que más tarde volverá la noche. Desgraciadamente, el nuevo día no será el mismo día de ahora, el que está frente a mí asomándose a la ventana, hundiéndome en la perplejidad que corresponde a los acontecimientos. Sé que muchos pensarán que sobraban explicaciones, pero mi dignidad de hombre y mi responsabilidad de ciudadano consciente me han obligado a escribir lo que gustosamente repito por última vez: es de día.