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1870. Martes, 26 julio, 2011

 
Capítulo Milésimo octingentésimo septuagésimo: "Se amputa un brazo por error confundiéndolo con su pierna derecha” (Resumen de agencias)

Con el permiso de ustedes/vosotros voy a hacer un pequeño elogio de la castidad. De la voluntaria, naturalmente, porque ser casto a la fuerza; ser casto por la imposibilidad de dejar de serlo, debería ser punible. Hoy quiero hacer elogio, aunque corra el riesgo de parecer moralista de la vieja escuela, del joven y de la jovena que escogen la pureza y la utilizan como un símbolo para iluminar las tinieblas y la depravación que nos rodea.

Si hay alguien de verdad responsable en el mundo, son ellos. Además de no participar en el boom demográfico, los jóvenes castos no crean problemas de vivienda, ayudan al Ministerio de Educación con su no granito de arena a resolver el complicado futuro de la escolaridad infantil, no difunden enfermedades venéreas y, sobre todo, no fabrican pequeños parados que acaben viviendo de los subsidios y a los que jamás les llegará una pensión digna.

Por eso quiero pedir desde aquí que si alguna vez alguien encuentra un par de estos jóvenes castos citados, que los aprehenda y los lleve cuanto antes al zoo más próximo para que los niños y sus acompañantes puedan contemplar una especie biológica a punto de extinguirse.

Ahora, eso sí, bien vigilados. Como por un descuido de los guardianes se reproduzcan, todos a la calle.