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1885. Viernes, 23 septiembre, 2011

 
Capítulo Milésimo octingentésimo octogésimo quinto: "Disfruta de las pequeñas cosas, porque puede que un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que eran las cosas grandes" (Iris Murdoch, 1919-1999, escritora irlandesa)


Es verdad que sólo hay un sitio donde se miente más que en la consulta del médico: en las encuestas. Y si las susodichas tiene que ver con el sexo, los trolas que se suelen contar por minuto son más abundantes que los correos empeñados en alargarte el pene.

Claro que soñar no cuesta nada y por si acaso al final es verdad ya sé cual va a ser el segundo deseo (lo de ser invisible es innegociable) que le voy a pedir al genio de la lámpara (con los reyesmagos no ha habido suerte) en cuanto me lo encuentre saliendo de alguna. Además, es el complemento ideal del que, desde que cumplí los trece, aparece siempre el tercero de la lista: ser multiorgásmico.

Alcanzar, mientras estas en alguna reunión oyendo hablar de proyectos, evaluaciones, objetivos y resultados, quince o veinte orgasmos seguidos sólo con la mente, sin tenerse que esconderse debajo de la mesa cadavezque.., sin riesgos de acabar acogiendo en tus intimidades a alguna ladilla descontrolada y, !sobre todo!, sin necesidad de andar trasteando con las vergüenzas (!con lo que se irritan cuando las manipulas tanto, jooo...!), tiene que ser una experiencia religiosa. Por lo menos.

Hasta el lunes pues.