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1780. Lunes, 7 marzo, 2011
Capítulo Milésimo septingentésimo octogésimo: “Debe valorarse la opinión de los estúpidos, suelen estar en mayoría” (Lev Tolstói, 1828-1910; escritor ruso)Hasta aquí mi contribución a la literatura burguesa. A partir de ahora ya sólo voy a escribir homilías, recursos de contrafuero o retazos en estado puro de lúcida metafísica, según la coyuntura. Hay que politizarse, hay que concienciarse. Ya está bien de sonetos a Violante y pijaditas surrealistas; como dijo el otro, hay épocas en que cantar a los árboles puede ser una traición al mundo. Y estamos en una de ellas. Empecemos por algo difícil de verdad, algo profundo que ha traído de cabeza al mundo (a todo el mundo) desde que el mundo es mundo: cómo atarse los zapatos. Y es que tiene su aquel. Los expertos, gente con varios masteres a sus espaldas en estos menesteres lo tienen claro: hay que atarse los cordones horizontalmente en lugar de hacerlo en zigzag. Es el método elegante y mantiene el pie sujeto y sin apretar. Terminar con un nudo Cambridge, antideslizante, una variación del nudo cirujano con el que nunca habrá que atarse una lazada rebelde. Alguien tenía que decirlo.
1779. Viernes, 4 marzo, 2011
Capítulo Milésimo septingentésimo septuagésimo noveno: "La paciencia es la llave de la solución” (Proverbio fenicio)Se empeñan en repetirnos una y otra vez que los pueblos árabes son lo que son gracias al petróleo, que no tienen otra fuente de riqueza. Un error. No digo yo que no sea su principal forma de enriquecerse (sus dirigentes), pero no es la única. Resulta que los pueblos semitas han tenido desde siempre la costumbre de andar cortándoles a sus hijos varones cierto trozo de sus anatomías. Su función empezó siendo meramente higiénica. En todo el Oriente Medio, tierra originaria de dicha tradición, el agua ha sido históricamente un bien escaso y es un hecho que un circundado corre menos riesgo de contraer infecciones. Por más que, como bien saben -o cuentan- aquellos recortados a los que les gusta que sus parejas se lo lleven todo a la boca, se acompañe de una notoria pérdida de sensibilidad en comparación con los de prepucio intacto. A lo que íbamos. El caso es que con la historia de la circuncisión, estos pueblos tienen un excedente diario de material genético que no es para desechar así como así. Resulta que en un trozo de prepucio del tamaño de un sello de correos hay material genético suficiente para componer 200.000 unidades de piel artificial. Por eso, desde hace años, laboratorios farmacéuticos y de investigación biológica los compran a espuertas pagando una buena cantidad de dinero por ellos. Por los prepucios digo. Visto así, a ver si resulta que todas estas cosas que están pasando por esas tierras de Alá en vez de por el petróleo va a ser por cosa de los prepucios. Que estando las farmacéuticas por medio uno se puede esperar cualquier cosa.
1778. Jueves, 3 marzo, 2011
Capítulo Milésimo septingentésimo septuagésimo octavo: “Si has construido un castillo en el aire, no has perdido el tiempo, es allí donde debería estar. Ahora debes construir los cimientos debajo de él. (George Bernard Shaw, 1856-1950; escritor irlandés.)Hipócrates, el padre de la medicina, tenía una receta infalible para que las jóvenes griegas conservaran su figura: columpiarse. Pero además del uso lúdico, ha tenido sobre todo un sentido religioso. En Grecia estaba vinculado a ciertos ritos dionisiacos, y de hecho, se atribuye su invención al Baco griego. En el cuadro “ El descenso a los Infiernos” aparece la heroína Fedra columpiándose, hecho que algunos relacionan con el mito del sube y baja , que representa el impulso que tiene el hombre hacia lo divino. En las culturas agrícolas del este de Europa (Letonia, Rusia..) era un elemento mágico. Las jóvenes cantaban canciones sentadas en el balancín creyendo que tenía el mismo efecto que las plegarias a los dioses en la protección de las cosechas. Visto lo cual, por muy ergonómica que sea, por muchos apoyos para la espalda que se adapten a las curvas de tu cuerpo, por mucha baja densidad de la espuma en el que vas a poner el culo, por mucho sistema neumático con gas para subir y bajar que tengan, que no nos engañen, el peor columpio siempre es más recomendable que la mejor de las sillas. Columpios en el trabajo ya. La salud ante todo.
1777. Miércoles, 2 marzo, 2011
Capítulo Milésimo septingentésimo septuagésimo séptimo: "Cuatro cosas hay que nunca vuelven más: una bala disparada, una palabra hablada, un tiempo pasado y una ocasión desaprovechada". (Proverbio árabe)Hay veces que tener buena memoria ayuda mucho. Sobre todo si hace que te acuerdes de los buenos ratos que has pasado con ellos. La nostalgia ya no es lo que era.
1776. Martes, 1 marzo, 2011
Capítulo Milésimo septingentésimo septuagésimo sexto: " No hay que querer estar por encima de las cosas, hay que estar dentro. No hay que querer saber por qué se vive. Sólo hay que querer vivir. Charles Ferdinand Ramuz, 1878- 1947; escritor suizo)Francamente las palabras pronunciadas anoche en el hemiciclo fueron transcendentes, un gol que batió a la clase política por el ángulo más insólito. El discurso ha producido perplejidades y admiraciones de imposible digestión para los que por anquilosamiento de su fantasía han perdido el tren de la realidad desde hace más de una década. Hay en la pieza oratoria una prudente combinación de lo necesario y de lo imaginativamente aleatorio, porque al futuro, en política tenemos que pasarle la factura antes de que nos lance una andanada y nos desborde. Es preciso recordar que cuando en esta magnífica pieza parlamentaria se aborda el tema del desarrollo pluridimensional se afirma tajante y previsoramente: “Cumba la macumba, hachancunga ponga. Eñi menee do lundo, cunba la Cuma bachancunga".Dado el orden de prioridades, el tema de las materias primas debía ser sometido a un análisis de guante blanco, sí, pero también de atrevido bisturí. Resaltan por su trascendencia los párrafos dedicados a la crisis en la que estamos inmersos: “Caba la bachurra chura la churra hipecacuana. Anda la bazumga meque di tamborile. Caucas, caucas y caucas.”Más brillantez y osadía de desparpajo de este ardiente balón parece fuera del alcance de las posibilidades humanas. No puedo menos que reconocer, con toda la modestia que me caracteriza, que como cronista parlamentario soy uno de los mejores. Para muestra sirve un botón. Ahí queda eso.
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