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2135. Lunes, 3 diciembre, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo centésimo trigésimo quinto: “Mala cosa es tener a un lobo cogido por las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo seguir aguantándolo” (Publio Terencio Africano, 100 a. C -159 a.C.)

Aviso para escrupulosos: nada es lo que parece. Según las conclusiones del “Estudio sobre manos sucias”, dirigido por un por un tal Val Curtis, reconocido investigador británico, en el que se analizaron las manos de un número significativo de viajeros en distintas estaciones de trenes inglesas, uno de cada cuatro presentaba restos fecales en ellas. Restos que repartían sin contemplaciones por los pomos de cuantas puertas abrían o cerraban –entre otros sitios- durante no poco tiempo después de realizar el alivio de sus cuerpos.

Dejando a un lado lo extraño del trabajo (¿qué contestará el hijo del Val Curtis cuando le pregunten en que trabaja su padre?) hay que reconocer que, superada la grima inicial, la cosa tampoco es para llevarse las manos a la cabeza.

Al fin y al cabo mierda que no mata, engorda.