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2136. Martes, 4 diciembre, 2012

 
Capítulo Dosmilésimo centésimo trigésimo sexto: "Ni la planta más venenosa te matará, si solo te quedas observándola”. (Proverbio japonés).

En todas o en casi todas las empresas existe:

Una secretaria ya entradita en años que comparte el puesto con otra secretaria más joven y con muchas, muchas aspiraciones.

Una becaria a la que enseña una separada a punto de jubilarse y que lleva treinta años en el departamento de contabilidad.

Una interminable cadena de jefecillos que se encuentran constantemente reunidos con un jefe al mando que recibe la visita de la amiga (que corresponda) esa semana.

Jefe al que también vienen a ver de vez en cuando su hijo y su hija, una encantadora jovencita que dejó la carrera para irse a vivir con su "compañero doméstico", un chico de Albacete que se dedica al striptease en despedidas de solteras mientras aprueba las oposiciones a bombero, y al que su madre, la esposa del jefe, siempre se opuso rotundamente. Al final triunfó el amor.

Un departamento de contabilidad cuyo responsable se pasa la vida espiando a los demás y un administrativo con problemas de próstata y que se pasa más tiempo en el retrete que en su sitio de trabajo.

Un departamento de recursos humanos que conoce perfectamente su labor con un responsable que intenta hacerse continuamente el simpático y caerle bien a todo el mundo... y unos subordinados que se pasan la vida consultando el facebook, viendo páginas de porno duro o -peor aún- actualizando blogs (que para eso son ellos los que controlan pero nadie les controla a ellos).

Un departamento de informática a cuyo frente se encuentra un cuarentón inmaduro obsesionado por los ordenadores que vive con su madre y piensa que todavía estamos en la era de acuario viva el flower power, escoltado por una licenciada en filología inglesa y militante feminista cuyo único interés se centra en desplegar todos sus encantos y poder con ellos encontrar a un marido que la retire, un salido que siempre está pensando en lo mismo, y un extraño individuo que nunca dice nada pero siempre se está riendo.

Y los compañeros que nos rodean, entre los que nunca faltan: Una menopausica con sofocos adicta a los libros de autoayuda. Un amigo del amigo de un amigo del padre de uno que una vez le regó el césped a uno de los cuatro chalets que tiene el jefe en Torrelodones. El gracioso oficial empeñado en hacerte la misma bromita cada tres horas. La fea patosa incapaz de hacer tres fotocopias seguidas pero la única que no pone ningún tipo de problemas para ficharnos a todos. El nuevo, un adicto a las juergas nocturas cuyas resacas no logra controlar del todo a pesar de sus dilatada experiencia en el tema.

Y, naturalmente, uno mismo, que forma parte del equipo aportando una modesta pero -como se puede ver- completamente imprescindible contribución.