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2187. Miércoles, 6 marzo, 2013

 
Capítulo Dosmilésimo centésimo octogésimo séptimo: "Mediocre, y sabiendo arrastrarse, uno llega a todas partes". (Pierre Augustin Caron de Beaumarchais, 1732-1799, compositor francés)

Nunca he tenido muy claro si la dolorosa, insufrible e injusta condena de tener que venir a trabajar cada día (algo que no se merecería ni el peor enemigo) empezó con el desagradable incidente de la manzana en el paraíso o venía incluida en alguna enmienda adicional de las siete plagas de Egipto. Tampoco me importa mucho. Ahora ya no se trata de buscar culpables sino de intentar remediar la situación. Y ya que hay que hacerlo, al menos intentemos buscar el menos malo de los trabajos.

Una vez descartado lo de actor porno (mis cualidades naturales, perfectamente demostrables, no han podido con los enchufes que controlan el negocio) creo haber encontrado un trabajo que cumple, dentro de la obligatoriedad de tener que trabajar se entiende, mis expectativas.

En la corte de Luis XV de Francia, se creó la figura del portacorbatas, un criado cuyo único cometido era abrocharle y desabrocharle la corbata al rey. Una corbata sólo llegó a usar una vez en su vida.

Me pido ser portacorbatas de este buen señor. Y no me importa lo más mínimo que ya esté muerto. Mi acreditada profesionalidad está por encima de estos nimios detalles sin importancia.