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2269. Miércoles, 7 agosto, 2013

 
Capítulo Dosmilésimo ducentésimo sexagésimo noveno: “Tengo gustos simples. Me satisfago con lo mejor" (Oscar Wilde, 1854-1900, dramaturgo y novelista irlandés)

Uno de los primeros chistes que me enseñaron en mi cada vez más remota niñez era la estupidez siguiente. Un niño le dice a su madre: Mamá, mamá, yo sé una palabra muy larga. A ver niño, dímela. Goma. Pero niño, si esa palabra es muy corta. Estírala y veras.

Perdonad. Comprendo la indignación que ahora os invade. En este último mes vuestro paladar de consumidores de chistes exquisitos se ha regalado con bocados tan exquisitos que comprendo, perfectamente, el sabor a bodrio que tiene el que acabo de contar. Pero es un chiste cargado de significado. La manera que tenemos para adecuar las cosas a que estén bien o estén mal según nos interese, es algo tan perfectamente estúpido como el conjunto de mi chiste, y tan precario como la longitud de la palabra que pronuncia el niño listillo. Si yo hago algo mal las justificaciones vendrán solas, si lo hacen los demás... que el peso de la ley caiga sobre ellos !Faltaría!