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2328. Jueves, 7 noviembre, 2013
Capítulo Dosmilésimo tricentésimo vigésimo octavo: " La experiencia es algo maravilloso, nos permite reconocer un error cada vez que lo volvemos a cometer Franklin P. Jones, 1908 - 1980; periodista estadounidense)
Uno, como buen chico de barrio periférico de provincias, acostumbrado a ser finalista en los concursos para ver quien meaba más lejos (Paulino nunca te pude ganar, te odio lo se pas) nunca ha tenido problemas de ese tipo, pero tengo que reconocer que para los que les cuesta mear/orinar/miccionar en la calle, tener que aguantarse hasta encontrar un aliviadero que le satisfaga, debe de ser una cosa muy complicada.
¿Soluciones?, pues no hay muchas, lo primero claro beber menos, sobre todo si lo que bebemos es diurético como el café o el té, pero siempre la costumbre es la que acaba marcando el ritmo, si uno se acostumbra a mear a horas fijas y a intervalos regulares de 1 o de dos horas, la vejiga se acaba fortaleciendo y la podremos controlar mucho mejor.
De todas formas si uno viaja mucho y es un poco escrupuloso, nada de elegir el cagadero a ciegas entrando en el primero que vea, que las sorpresas pueden ser de infarto, mejor planificarlo todo por si las moscas para poder elegir el ambiente que nos pueda satisfacer a la hora del alivio.
Para ello nada como descargarse una buena guía de urinarios/meaderos, algo verdaderamente práctico a la hora de planificar perfectamente el sitio más conveniente para aliviarse. Y hacerlo como en su propia casa.
Aunque donde esté la calle frente a una buena tapia...
2327. Miércoles, 6 noviembre, 2013
Capítulo Dosmilésimo tricentésimo vigésimo séptimo: " Es tan buen juez que está rabioso por no poder condenar a las dos partes" (Jules Mazarino, 1602-1661 cardenal italiano)
Caperucita Roja era una imbécil como un castillo. Una niña cursi y gilipuertas que habla con los lobos, expuesta a ser comida por los lobos, con el pretexto de llevarle a la abuelita una cestita con un tarrito de miel. Los padres de Caperucita eran unos hijos de mala madre, al mandar a la niña con tan absurdo mensaje y teniendo al tiempo abandonada a su suerte en el bosque a la abuela (¿paterna o materna?).
Lo que pasa es que, después de todo, yo creo que esa historia de Caperucita Roja no es más que un cuento para niños. ¿O no?
2326. Martes, 5 noviembre, 2013
Capítulo Dosmilésimo tricentésimo vigésimo sexto: "No están adulterados. Se trata solamente de un salto genético", ha afirmado un comerciante al hablar de sus jamones. (Resumen de agencias)
Padre de familia, con mujer y cuatro hijos, casado desde hacía treinta años, llegó una noche a su casa excitado. Su mujer se percató de su estado pero, intuitiva, se calló. Aguardó a que el último de sus hijos se hubiera acostado. El entonces le mostró un librito que le había prestado un compañero de oficina. Descubría todo un mundo del que habían oído hablar pero que era inaudito para ellos. La mujer, escéptica, no participaba de su entusiasmo. "No estamos ya para esas cosas..." alegó por toda excusa. El marido antes de acostarse, en pijama, probó a tocar el suelo con la punta de los dedos. A la cuarta tentativa los consiguió, con cierto dolor en las rodillas. "Mira, mira..." le dijo a su mujer, pero esta roncaba apaciblemente.
2325. Lunes, 4 noviembre, 2013
Capítulo Dosmilésimo tricentésimo vigésimo quinto: "Un paso más allá del entusiasmo, y se cae en el fanatismo; otro paso más, y se llega a la locura. (Jean Baptiste Félix Descuret, 1795 - 1871; psiquiatra francés)
Hoy, con gran rubor, me he mirado desnudo delante de un espejo y me he dado cuenta de que he pasado de moda, que uso un modelo antiguo de líneas feas y pesadas. Ya no se usan brazos y piernas tan delgados y los cuerpos suelen ser más esbeltos y funcionales.
La carrocería también la tengo en malas condiciones: encanecida, llena de arrugas y verrugas por todas partes, descolorida, con eccema.
Debería haberme hecho una revisión a fondo cada cinco mil horas de uso, pero ahora ya es tarde para empezar. El motor no tiene fuerza, no tira en las cuestas y no aguanta un viaje regularmente largo. Necesita un buen encamisado. La calefacción no funciona y pierdo agua constantemente por culpa de la incontinencia orina.
El motor de arranque me hace sufrir todas las mañanas con sus flemas y esputos y del encendido es mejor no hablar: en mí ya no se encienden ni los deseos de discutir en el café con los amigos.
Soy un coche viejo y feo y ahora advierto lo mal que me he cuidado en las miles de horas que lo he estado usando.
Cualquier día aparco mi automóvil en una cuneta de una calle oscura y lo dejo allí hasta que la grúa municipal o los basureros se lo lleven para venderlo como chatarra o para que los estudiantes de medicina estudien en mis ruinas anatomía. Y que sea lo que Dios quiera.
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