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2379. Martes, 4 febrero, 2014

 
Capítulo Dosmilésimo tricentésimo septuagésimo noveno: "Cuando el trabajo termina, me voy a casa a vivir mi verdadera vida" (Salma Hayek Jiménez, 1966; actriz mexicana).

No era aquel un niño como todos los demás. Ni siquiera parecido. El que yo digo lloraba continuamente. Desde el día que nació no dejó de llorar. Claro que los primeros días no extrañaba demasiado, pero cuando pasaron los primeros once años, sus padres llamaron al médico que diagnosticó S.I.P.R.D., es decir, "Sufrimiento infantil por razones desconocidas".

Veinte años después, el niño seguía llorando, ante la impotencia de sus padres por remediarlo.

Y de repente, una noche, cuando el niño había cumplido los treinta y cinco, dejó de llorar. Los padres, lacónicos, sólo dijeron: "Anda hijo que vaya rato que nos has hecho pasar".

Los padres, que lo perdonan todo.