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2583. Miércoles, 21 enero, 2015

 
Capítulo Dosmilésimo quingentésimo octogésimo tercero: "Hay dos categorías de hombres: los que hablan para decir algo, y los que dicen algo para hablar". (Carlos José de Ligne. 1735-1814; diplomático belga).

El mundo de los calzoncillos es para mí tan inmenso como desconocido. La variedad de modelos es infinita y los nombres que les ponen a cual más raro. Por ejemplo bóxer; se hace difícil decir bóxer y no pensar en un perro. O peor, al revés, que por muy imponentes que sean esos perros no acabas de tenerles respeto porque al fin y al cabo tienen nombre de calzoncillos. Y claro luego pasa lo que pasa.

Yo creo, viendo las cosas desde fuera, que los mejores son los calzoncillos blancos, los de toda la vida, que no son bonitos, es verdad, pero son interactivos: ellos mismos son los que se encargan de avisarte cuando hay que lavarlos. Contando además que deben de ser los que con mejor envergadura soportan la función para la que han sido creados. Una palabra, envergadura, por cierto, que nunca podrá estar mejor empleada que cuando hablamos de estos temas.