-   


  

2580. Viernes, 16 enero, 2015

 
Capítulo Dosmilésimo quingentésimo septuagésimo octogésimo: “A burro desconocido, no le toques la oreja” (refrán castellano)

Raro es el día que no recibo una tanda de palos y me hacen trabajar de sol a sol. Y jamás protesto. Como lo que me dan y sólo bebo agua, cuando me la dan. Permanezco serio y en silencio casi constantemente. Nunca estuve en un cine, ni en un teatro, ni en un concierto. Desconozco lo que es un libro o un periódico, aunque unos y otros lo hacen a veces colegas míos. No tengo pareja. En ocasiones -pocas- desahogo mi erotismo al asalto y sin pudor, sin el menor recato ante quien pueda verme. Ignoro lo que es un cuarto de baño, ni siquiera un retrete, por lo que pierdo repentino peso en el lugar más insospechado. En fin, ¿para qué contar más desdichas?

Yo soy un burro. !Y somos tantos!

Por cierto, me sumo a la teoría de un amigo que aboga por rascar a los burros. Los burros no pueden rascarse, pobrecitos, por eso no hay que protegerlos, hay que rascarlos. Es una teoría, sí, pero ¡hay que inventarse teorías!, es de las pocas cosas que todavía podemos permitirnos.

Yo soy un burro. Y mañana es mi día. San Antón !El patrón de los burros!