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2645. Martes, 28 abril 2015

 
Capítulo Dosmilésimo sexcentésimo cuadragésimo quinto: “!Cuán caprichosa es la vida! Un hombre puede convertirse en cornudo fácilmente, sin haber hecho absolutamente nada para merecerlo" (José L. G. 46 años, parado).

Todos los juegos de mesa se basan en unas reglas y unas normas muy concretas y muy estrictas que bajo ningún concepto se pueden romper… a no ser que estés a punto de perder, que es cuando te puedes inventar una jugada imposible -que a ojos de todo el mundo es trampa- pero que si antes de que nadie proteste tú dices: “ahhh es que en mi casa se juega así”, entonces no pasa nada. Esta frase te da inmunidad lúdica total para inventarte las normas que te dé la gana.

Que sí, que siempre hay un listo que pretende leer las instrucciones que suelen venir en la caja para anular tu jugada. Pero tampoco hay que preocuparse mucho ya que estos libritos están escritos para que nadie los entienda con frases del tipo: “en el supuesto de lanzar el dado y obtener un cuatro deberá posicionarse sobre la casilla quince para a continuación extraer una carta del mazo superior izquierdo del tablero que determina la acción a llevar a cabo por dicho jugador”.

Ahí es donde se nota que el redactor de los libritos de instrucciones es un resentido con la vida. Seguro que iba para escritor de novelas profundas y para lo único que ha quedado es para verter su frustración tirándose el rollo con una complejidad léxica innecesaria que no entiende ni él. Un pobre desgraciado, vamos.

¿Y de qué estaba yo hablando antes de verter mi frustración insultando a estos señores?