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2708. Miércoles, 29 julio, 2015

 
Capítulo Dosmilésimo septingentésimo octavo: “Tu mente es como el agua; cuando se agita, es difícil ver, pero si le permites asentarse, la respuesta se vuelve clara”. (Maestro Oogway, Kung Fu Panda).

No es moco de pavo divagar sobre si fue antes el huevo o la gallina (aunque para mí sería mucho más importante otra cuestión similar que de resolverla cambiaría el sentido de la existencia humana: ¿qué fue antes el hombre o el sexo?). Y sin embargo de lo único que hablamos todo el día -y parte de la noche- es del calor que hace.

Que sí, que el calor es una cosa to peligrosa, que hay hasta quien se ha muerto de eso y todo. Pero el calor, si una cosa tiene, es que genera incomodidad estés donde estés. No te puedes sentar en ningún lado, que te tumbas en el sofá y te quedas tan pegado que parece que te hallan envasado al vacío; que te levantas y parece que el mismo sofá quisiera absorberte. Y en la cama por la noche lo mismo, si pones el aire acondicionado (airefrío) resfriado al canto, si duermes con la ventana abierta te acribillan los mosquitos, y si lo haces con la ventana cerrada te pegas una sudada que parece que te hayas meado en la cama y empapado las sábana.

Dicho lo cual que quede claro: por más que nos informen de lo evidente una y otra vez todos nos hemos dado cuenta de que, por estar a finales de julio mismamente, hace calor, mucho calor.

Eso sí, a esta hora ¡hace ya un calor!, ¡bufff!