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2841. Jueves, 10 marzo, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo octingentésimo cuadragésimo primero: “Hay tan pocas grandes fortunas libres de culpa, que yo perdono a mis padres el que no me hayan dejado ninguna.” (Anne-Thérèse de Marguenat de Courcelles, 1647 – 1733; aristócrata francesa).

Los esquimales se besan frotándose la nariz. Ellos en su lengua lo llaman kunit, que es el mismo vocablo que representa el acto de oler. Osea, que básicamente los esquimales no se besan, se huelen. Y aunque hay muchas interpretaciones de porqué lo hacen de esa manera, yo creo que es una cuestión práctica: usar la mucosa de los labios en un clima tan frío puede tener consecuencias devastadoras.

Por eso, al viajar a la infancia y recordar aquel familiar y tierno beso esquimal que gran parte de la parentela se empeñaba en darnos, me doy cuenta de porqué resultaba tan empalagoso: no nos besaba, nos olían. Y eso siempre es incómodo.