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2845. Miércoles, 16 marzo, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo octingentésimo cuadragésimo quinto: "Aquellos que pueden hacerte creer absurdidades, pueden hacerte cometer atrocidades”. (François-Marie Arouet –Voltaire-, 1694 - 1778; escritor francés).

Aunque ya tengo una edad, por algún trauma infantil de la fase anal con proyección recidivante hacía alguna pulsión oculta (o algo así), no dejo de sorprenderme. Resulta que "chollo", palabrita que solemos usar para hablar de aquellos negocios que parecen fáciles de hacer y que nos darán sus buenos rendimientos, tiene que ver con el nombre de un señor.

Cuentan las crónicas de la corte que al morir su hermano Fernando VI, Carlos III se trajo de Italia a cierto personaje amante de los negocios, un napolitano de nombre Cioglio. Nada más llegar -y aprovechando su influencia en las altas esferas (algo que jamás ocurre)- a tan particular emprendedor se le ocurrió poner sillas en el recorrido de las procesiones y los desfiles, alquilándoselas a quienes querían presenciar sentados el acontecimiento.

Tantas sillas y bancos alquiló (y tantas eran/son las procesiones y los desfiles en España), que en pocos meses Cioglio se convirtió en uno de los hombres más ricos del país, quedando su propio nombre como la definición de cierto tipo de "negocio": el chollo.

Vamos que si este tío no llega a aparecer resulta que ahora los chollos en vez de chollos se podrían llamar... no sé… políticos. Por ejemplo.

Por delante cuatro días en lasfallas y una semanasanta. Hasta el 28 de marzo que habrá que volver. A la fuerza.