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Lecturas de verano. 25: "Tener más orgullo que don Rodrigo en la horca".

 
Se usa esta locución proverbial para manifestar que alguien no pierde la compostura ni aun en las situaciones más difíciles y comprometidas. El dicho encierra el trágico final, que no por ahorcamiento sino por degollación, de don Rodrigo Calderón (1577-1621), conde de Oliva y marqués de siete Iglesias. Este personaje fue favorito del rey Felipe III y de su valido, el duque de Lerma. Pero, tras la muerte de su poderoso protector, se convirtió en cabeza de turco a través del que se quiso castigar a todo el régimen de Lerma. Sufrió la enseñada persecución y detención del conde-duque de Olivares, valido del nuevo rey Felipe IV , y fue acusado de más de doscientos delitos falsos, entre ellos el de haber envenenado a la madre del monarca, la reina Margarita de Habsburgo. Así las circunstancias, se le condenó a muerte el 21 de octubre de 1621. Y, según cuentan las crónicas, don Rodrigo subió con orgullo y serenidad al cadalso, situado frente a la Casa de la Panadería, en la Plaza Mayor de Madrid. La entereza que el condenado demostró tener durante el acto causó la admiración de la concurrencia Se dice incluso que abrazó y besó al verdugo que a continuación le rebanaría el cuello y que le pidió que no le ajusticiara por la espalda, deshonra "reservada" a los traidores. Por esta serie de acontecimientos, a ojos del público, don Rodrigo pasó de ser un criminal a convertirse en héroe popular.
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