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2995. Lunes, 5 diciembre, 2016

 
Capítulo Dosmilésimo noningentésimo nonagésimo quinto: “La gente ociosa suele sentirse más cansada que la que trabaja”. (Michael Levine, 1954; escritor estadounidense).

La culpabilidad de no hacer nada en vacaciones -se empeñan en decirte que eso es perder el tiempo- corrompe el placer de unos (pocos) días sin actividad laboral. Un malestar que nos lleva a llenarlo con mil cosas raras (incluso algunos se ponen a !hacer deporte!). No hay que caer en la trampa, y para eso nada mejor que tomar medidas. Arrojar los libros muy lejos -exigen actividad cerebral-, desconectar, resetearte, deshacerse del móvil, de las redes sociales, no contestar whatsapps... declararse en huelga de uno mismo ejerciendo de beligerante piquete del ocio total.

Los días de descanso son para el descanso, para una vida en pijama, para un absoluto culto al yo, para tirarse a la bartola (y solo a la bartola) en un domingo eterno hasta convertirse en un koalaadicto, que las mejores siestas son aquellas de las que te despiertas con un caudal de baba rodando hasta la almohada.

Aprender a no hacer nada es más difícil de lo que uno piensa, pero todo es ponerse. Aunque un servidor tenga que interrumpir el aprendizaje este miércoles por aquello de tener que venir al trabajo. Con lo de paraesotepagamos ellos lo arreglan todo. Cualquier disculpa les vale para molestar. Y así no hay manera.