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2999. Martes, 13 diciembre 2016

 
Capítulo Dosmilésimo noningentésimo nonagésimo noveno: “La vejez existe cuando se empieza a decir: nunca me he sentido tan joven”. (Jules Renard, 1864 -1910; escritor francés).

Algunas señales que pudieran o (pudiesen) indicar que uno pudiera (o pudiese) estar haciéndose viejo.

Aparición de complicaciones a la hora de agacharse: o tus articulaciones son una orquesta y te quedas a medias, o arrojas gas por la salida de emergencia. Presentación de la llamada vista genital, así denominada por la necesidad de desplazar cualquier papel que uno necesite leer hasta, como mínimo, la distancia existente a esos órganos. Empezar a comprar pastilleros y emocionarse al encontrar uno lo bastante grande para que quepan todas las del día. Tener la sensación de que el tiempo empieza a pasar mucho más rápido. Beber alcohol por el sabor y no por el efecto. Que ataques de risas, bailes acelerados, susto e impresiones fuertes reten considerablemente al control de esfínteres. Tardar más en raparse las orejas que la cabeza. Cambiar el primeralinea por revistas de salud. Llevar en el bolsillo más omeprazol que condones. Repetir la misma historia todo el tiempo, a veces, incluso, a la misma persona. Aparición de dolores hasta en el apellido después de hacer cualquier ejercicio. Poner la mano detrás de la oreja a modo de parabólica. Presencia -a discreción- de crujidos, burbujeos, regurgitaciones y lagunas mentales varias. Ver una foto de hace unos meses y que lo único que alcances a decir sea !Ah coño, me han atropellado y no me he dado cuenta!