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3043. Lunes, 27 febrero 2017

 
Capítulo Tresmilésimo cuadragésimo tercero: “Creo que el sexo es una de las cosas más bonitas, naturales y gratificantes que el dinero puede comprar”. (Tom Clancy 1947 - 2013; escritor estadounidense).

Cuando me teñí la primera cana lo hice algo avergonzado. Lo confieso. Pero me avergonzaban más las miradas furtivas o los comentarios inoportunos. Desde el políticamente correcto "pues te queda bien", hasta el recurrente "no te preocupes, no se nota". La visión romántica de las canas -que sugiere que eres más interesante o que te ves más sofisticado- solo funciona si eres actor de cine de espías, de catástrofes o, en su defecto, de comedias románticas. Lo cierto es que en el mundo real te hacen más viejo.

Porque, nos guste o no, en esta época de "imagen" mucha parte del trato que recibirás estará en función de cuántas canas te puedan contar. Algo similar a cómo el número de anillos del tronco indica la edad de un árbol. Y llega un momento en que si se te acerca alguien no lo hará con intención de ligar sino para cogerte de la mano y ayudarte a cruzar la calle.

Eso sí, no conviene experimentar como lo hacen ellas. No escuches cuando digan que un mechón rubio platino te hace más atractivo te están mintiendo. Es el equivalente a usar lentillas de color violeta o aparecer con pendientes en las orejas cuando ya has pasado los cuarentay. Harrison Ford dejó de figurar entre los actores más atractivos desde que se puso uno. Debió teñirse las canas. Se trata de verte más joven y moderno no de perder la identidad jugando a intentar parecer un adolescente revenido. Y hay cada uno…