-   


  

3051. Jueves, 9 marzo 2017

 
Capítulo Tresmilésimo quincuagésimo primero: “Prefiero un vicio tolerante a una virtud obstinada”. (Molière, 1622 – 1673; comediógrafo francés).

Aunque tengo uno de prepago para las urgencias (al que le echo cinco euros cada nueve meses y porque me obligan) no uso el teléfono móvil. Nací en una época donde esta tecnología maravillosa (porque sí, lo es) no existía y en esas sigo. Visto lo visto, parece que soy uno de los pocos que no caminan ni duermen pegados al aparatito. Nunca lo llevo encima. Más que móvil es inmóvil.

Posiblemente por eso me resulta complicado entender a tantos (presuntos) terrestres andando como zombis absorbidos por el teléfono como si no hubiera un mañana, a gente hablando como posesos y teniéndolos que escuchar a la fuerza, a coches aparcados en cualquier lugar con gente dentro ensimismados con la pantallita o, tener que aguantar los interminables pitidos "avisando" a los muuuchos conductores que no se han resistido a consultar compulsivamente los whatsapp cuando el semáforo estaba en rojo y no se han dado cuenta que hace media hora que se ha puesto en verde.

Además, me ahorro dos de las grandes preocupaciones que a día de hoy parecen tener las personashumanas normales en su vida diaria: la desesperación de las coberturas y la preocupación por lo que le queda a la batería para acabarse. Dos de los verdaderos y angustiosos dramas contemporáneos.