-   


  

3075. Lunes, 24 abril 2017

 
Capítulo Tresmilésimo septuagésimo quinto: “Con tal que se tenga una pocilga, se encontrarán cerdos” (Proverbio celta).

Aunque pueda parecer lo contrario después de echar una miradita al parecido entre los hijos de tribus vecinas -que bien pudiera ser circunstancial-, los celtas, antepasados de casi todos nosotros, eran relativamente monógamos. Una monogamia que tenía su truco.

Los celtas disfrutaban de distintos tipos de matrimonio, de acuerdo con su clase social y su situación económica, (no como ahora, que está tan casado un funcionario autonómico como una cajera del mercadona). Cuando la mujer no aportaba ninguna dote, aparte de sus encantos naturales, el matrimonio se celebraba por un año, de mayo a mayo (no fuera que esos los encantos naturales no dieran más de sí) pudiendo el marido tomar simultáneamente otra esposa, llamada temporera, menos agraciada que la primera pero de condición más elevada, es decir, con una dote más sustanciosa.

Y sí, para los más susceptibles, cuando la riqueza la aportaba la mujer, era el marido pobre quien asumía la condición de temporero.

Nunca como entonces han sabido los ricos sacar tanto partido a su riqueza sin salirse de las normas, y nunca unas normas estuvieron tan bien planteadas por estos lares.