Van y piden té con leche (alguno hasta lo pide con una “nubecita” ¡tócate los…!) y cuando lo tienen no hacen más que darle vueltas a la cucharilla una y otra vez removiendo compulsivamente mientras sacan y meten la bolsita como si estuviera cociendo pulpo.
Es verdad que no es cuestión de etiquetar a alguien como rarito solo por eso, pero hay que reconocer que algunos dan pistas bastante fiables de que muy bien no están, no.