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3240. Miércoles, 31 enero, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo ducentésimo cuadragésimo: "No lo olvides nunca, incluso cuando la Luna parece que reduce su tamaño... en realidad nunca cambia de forma”. (Ai Yazawai, 1967, dibujante japonesa).

Desde que a finales del siglo XVIII a un tal Claude Helvetius se le ocurrió decir que "el hombre que trabaja es un hombre feliz" ha llovido mucho. Fue una de esas innovaciones que, en contraposición con los nobles devorados por el aburrimiento, asociaban el trabajo con la felicidad.

Así, vender la propia fuerza del trabajo se consideraba como un signo de emancipación que ¡encima! era retribuido con alguna autonomía económica y la sensación de ocupar un lugar en la sociedad.

Una idea que ha acabado en la situación actual de semiesclavitud en la que encima hay que dar gracias porque te concedan el grandísimo honor de poder trabajar. Salvo, como siempre, para unos pocos privilegiados que siempre pueden hacer lo que quieren, que va la madonna, se pasa se pasa una toalla por el sobaco y todos "aaaaaaalaaaaaaa, qué provocación" y subida de sueldo fijo, lo hago yo en una reunión y se cabrean cosa mala conmigo. El trabajo para la mayoría de los mortales está sobrevalorado