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3288. Jueves, 19 abril, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo ducentésimo octogésimo octavo: “Todas mis posesiones por un momento más de tiempo” (Elizabeth I, 1533- 1603; reina de Inglaterra e Irlanda)

Hay cosas que no deberían de pasar, cosas de esas que a uno le ponen tristón al verlas: un globo alejándose en el cielo (los del vips no, que son muy malos y se desinflan enseguida), que ya casi nadie dé las gracias, ver a un burro solitario en el campo (con esa expresión tan suya de ¡dios mío!, ¿por qué no vienes y me llevas contigo ya?), que un “cómo estás” ya casi nunca sea verdadero, un abuelo que no sonría cuando ve a su nieto, que los abrazos se hayan convertido en algo tan escaso, un armario sin chocolate, una semana sin sábados...

En cambio hay otras que otras me hacen reír a carcajadas cada vez que las hago. Mirarme en el espejo desnudo cada mañana y ver cómo está el patio (mi patio) es una de ellas. !Señor señor, cómo se estropean los cuerpos!

!Pero qué mala es la edad!