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21072018. De vacaciones, que siempre son mejores de lo que podrían ser.

 
En octubre de 1962, durante la Guerra Fría y en plena crisis de los misiles cubanos que llevó a los EE. UU. y a la URSS al borde de un conflicto nuclear, el presidente John F. Kennedy y el primer ministro soviético Nikta Khruhhev, decidieron resolver el grave problema de comunicación manteniendo una línea telefónica directa entre la Casa Blanca y el Kremlin: el «teléfono rojo». Pero tal cosa jamás existió.

El mito se desarrolló en el cine hollywoodense con películas como Dr. Strangelove (1964), de Stanley Kubrik, y Fail Safe (1964), de Sidney Lumet. Sin embargo, la historia tiene un origen verídico: el 20 de junio de 1963 se inauguró una línea de teletipo -un dispositivo telegráfico- entre ambas potencias. La comunicación se iniciaba en forma escrita, se transmitía mediante el dispositivo y al otro lado se traducía. La línea cruzaba Wahington, Londres, Copenhague, Estocolmo, Helsinki y Moscú -por medio de un cable trasatlántico submarino-, apoyada por un enlace de radio entre los EE.UU.y la Unión Soviética. Todos los mensajes iban cifrados. En 1971 se actualizó vía satélite; 14 años después se implementaron los sistemas de fax. Ahora se usan sistemas tecnológicamente muy avanzados. El Pentágono nunca ha confirmado cuántas veces ha ido empleada, pero su propósito se mantuvo durante décadas con el objeto de: reducir los riesgos de conflicto al evitar errores de interpretación

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