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3376. Miércoles, 26 septiembre, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo tricentésimo septuagésimo sexto: “No sé por qué no tengo mucho más marcados los bíceps si me paso todo el día cargando con un montón de gilipolleces”.

Y ya que ayer andábamos inmersos en los pedos, sigamos con ellos.

Uno de los pedorros más célebres, y del cual existen numerosos testimonios, fue un tal Simon Tup, más conocido como "el gaitas" o "el herrero pedorro". El buen hombre, nacido en Yorkshire, tenía un talento singular a la hora de soltar ventosidades imitando cualquier instrumento, unas ventosidades que soltaba de forma tan admirable en cuestiones de tiempo, tonalidad y afinación, que engañaba a los jueces más precisos, incapaces de distinguir cuál era el instrumento musical y cuál el pedo.

Su especialidad era la gaita, a la que imitaba de manera incomparable, pero su repertorio abarcaba un montón de instrumentos, incluso se atrevía a hacer un solo de fagot. Sin problemas.

Este prodigioso hombre recibió tantos halagos que cerró su negocio y se dedicó a recorrer el país con su espectáculo. Ganaba mucho dinero soltando gases y en su puesta en escena nunca faltaba su gran éxito, de título "Marchad, dulces vendavales, y llevaos mis suspiros", con el que desataba verdaderas pasiones.

Hasta que la mala suerte se cruzó en su camino. A causa de un esfuerzo extraordinario que realizó durante la famosa tonada "Vientos fuertes y vientos flojos", le estalló una arteria, a consecuencia de lo cual falleció en el acto.

Un desgraciado accidente. Laboral, por supuesto.