-   


  

3399. Martes, 30 octubre, 2018

 
Capítulo Tresmilésimo tricentésimo nonagésimo noveno: “A la pobreza le faltan muchas cosas, a la avaricia todas”. (Siro, 85 - 43; poeta romano).

Por supuesto nadie lo hace (!ni se nos ocurriría!) pero nunca está de más saber algunos trucos para que, si invitas a un puñado de gente a tu casa, no te dejen en la ruina bebiendo. Y ya apurando, hacer acopio de bebidas para uso propio... que siempre suele haber alguien (pocos) que trae algo.

Desde el principio, cuando van llegando, lo mejor es ofrecer un solo tipo de bebida; por ejemplo, un "ponche" elaborado con vino tinto de tetabrick, agua mineral, un vasito de jerez del de cocinar (solo si uno está espléndido) y, eso sí, mucha fruta fresca que de impresión de exuberancia. Muy conveniente decir que lo has inventado tú y avisar -que eso siempre da sensación de importancia-, que !cuidado!, se sube mucho más de lo que parece. Servir, evidentemente, en copas pequeñas.

Como siempre habrá coñazos que pidan otras cosas conviene estar preparado. Si no cuela repetir en voz alta "yo, personalmente, considero que una cerveza fría es lo mejor para esta hora de la noche", hay otros trucos. Con el whisky (previamente rebajado con agua) no está de más recurrir a los vasos de colores o a la marca más oscura que encuentres, eso siempre disimula. Y nunca olvidar un elemento fundamental: el hielo, sabiendo que siempre, siempre, siempre, más es mejor. En el caso de martinis y similares ayuda mucho que la aceituna (o aceitunas) sean (mínimo) del tamaño de una castaña.

Y para quedar bien, nada como preguntar al final si les apetece una copita de Skgulitrivasdko, explicando con detalle que es un licor búlgaro poco conocido compuesto por brevas pasadas y pellejos de bellotas, que hay que beber con moderación porque se sube mucho a la cabeza si uno no está acostumbrado a beberlo y puede sentar fatal. Todos te dirán que no, pero te agradecerán muchísimo el detalle.