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3473. Martes, 5 marzo, 2019

 
Capítulo Tresmilésimo cuadringentésimo septuagésimo tercero: “El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años, el segundo mejor momento es ahora”. (Proverbio chino).

Dirigido a los señores que deciden qué sacar en fascículos coleccionables y a los que, visto los últimos lanzamientos de bichos disecados o punto de cruz, es evidente que se les han secado las ideas.

A principios de los años cincuenta estuvo a la venta un kit para niños llamado U–238 Atomic Energy Lab. Un juguete, evidentemente práctico, cuyo objetivo era enseñar a los pequeños la forma de conseguir energía atómica de manera limpia y sencilla.

Servía para hacer experimentos con uranio y el kit, al más puro estilo juegosreunidos, venía con cuatro tipos de uranio (Pb–210, Ru–106, Zn–65 y Po–210), un electroscopio, un contador Geiger (para medir la radioactividad), un espintariscopio (para observar desintegraciones nucleares) y una cámara de niebla (que sirve para detectar partículas de radiación ionizante). También se incluía un manual para buscar uranio y un comic, donde se aseguraba que el gobierno recompensaría con 10.000 dólares a quien descubriese nuevas fuentes del preciado mineral.

No tuvo mucho éxito, aunque no por el más que evidente interés del juego, sino porque lo vendían demasiado caro, 50 dólares la caja en aquella época era una pasta. Una pena. ¿Qué mejor juguete para un niño que un laboratorio de energía atómica con su uranio y todo?

Y que nadie diga nada de las medidas de protección y demás zarandajas porque, aparte de que en la caja ponía claramente que era seguro, tenía hasta sus correspondientes guantes incorporados. Un detalle.