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3513. Viernes, 10 mayo, 2019

 
Capítulo Tres milésimo quingentésimo decimotercero: “Casi todas las personas son tan felices como se deciden a serlo”. (Abraham Lincoln, 1809 - 1865; político estadounidense).

Sé que (por razones obvias) a ninguno de los que leen esto cada día les va a interesar un tema como el jelquing, palabro que nadie sabe de dónde viene y que -traducido como ordeñamiento- describe una técnica árabe milenaria que ha pasado de padres a hijos destinada a alargar el miembro masculino (oseasé el pito). Y todos saben que los árabes han sido siempre grandes inventores de cosas verdaderamente prácticas... ahí está el cuscus sin ir más lejos.

La técnica del jelquing consiste en realizar una serie de ejercicios a lo largo de la longitud de la pieza a explayar (oseasé el pito) y que se extiendan, de forma regular y constante, de la base a la punta. Su principio está basado en que, a través del estiramiento y la expansión de las cavidades interiores del aparato en cuestión (oseasé el pito) -mediante los susodichos ejercicios manuales- los tejidos que las cubren crecerán, permitiendo que aquello acabe ganándole terreno a la nada.

No seré yo quien recomiende tal cosa ya que, por mucho cuidado que uno tenga, manipular aquello (oseasé el pito) todos los días y durante un largo tiempo (para otra cosa que no sea sus funciones biológicas, claro) no puede ser bueno. La materia prima en cuestión (oseasé el pito) es extremadamente sensible y muy (pero que muy) importante como para andar haciendo experimentos con ella.

Además, ¿a quién le hace falta? ¿Verdad?

!Y qué nervioso me pone el señor de abajo, joer!