Capítulo cuatromilésimo centésimo cuadragésimo sexto: “Lo bueno de soportar un verano en Madrid es que si algún día te encierran en una prisión turca, sobrevives.”
En tiempos no muy lejanos (o eso me han contado) el
estiloperrito estaba considerado lo más extremo en cuanto a prácticas de dormitorio ( y siempre, siempre, en el ídem). Eso cuando el yayo tenía la
enorrrrrrme suerte de
tocarpelo con su señora esposa o, más frecuentemente, con alguna paisana del
plutón, el único bar de la comarca para estos avíos. Algo tan simple como, por ejemplo, un
mediosesetaynueve (solo medio) estaba visto como propio de artistas, drogadictos, degenerados y quizá, franceses.
Ahora parece que la cosa es distinta. La cantidad de actividades recreativas que tenemos al alcance de la mano van hasta el infinito y más allá. Pero, aunque imaginación y ganas no faltan, hay algo que no ha cambiado del todo: la necesidad de alguien con quien hacerlo, algo que evidentemente no es imprescindible pero, no nos engañemos, por lo general es mucho
másmejor que hacerlo solo.
Y hacer coincidir a dos, que los dos tengan ganas a la vez, o que los dos las tengan a una misma hora, por ejemplo, es difícil de cojones. Lo de la evolución esa ahí no ha evolucionado mucho, no.